sábado, 25 de septiembre de 2010

sobre Soir Bleu de Edward Hopper (o la portada que no fue)

Dedico algunas líneas a la pintura Soir Bleu del estadounidense Edward Hopper (1882-1967). Primero hablo de Soir Bleu y la experiencia que tengo de ella sin recurrir a los apuntes académicos, sólo a los de la memoria -inevitables- y la imaginación -esa arma temida y odiada por los gobiernos autoritarios-; luego, cito los comentarios de quienes dicen saber de qué están hablando sobre la obra del autor. Sin olvidar la razón primera: a pesar de su importancia para su proceso de creación, no aparecerá como portada del libro La lucidez del sueño, por lo cual dejo al menos constancia de su valor en dicho libro.


1914, óleo sobre lienzo, 91,4 x 182,9 cm. Nueva York, Collection of Whitney Museum of American Art.

I. Soir Bleu, desde mi perspectiva y el porqué me gusta tanto, puede representar un momento extraordinario que quiero dividir en cuatro puntos relevantes: primero, el eje de la pintura, según la luz que emana de ella, es la transformación de un hombre, su metamorfosis en un ser bizarro –¿llegó así o, como Gregorio Samsa, se descubrió?–; parece provocar la alarma del segundo punto: los ilustres ocupantes de la mesa de al lado, como si acabaran de descubrirlo o esperaran una explicación, por supuesto lógica; el tercero: los hombres que acompañan en la mesa al clown parecen estar tratando un mismo tema, sin prestarse mayor atención –¿juegan a las cartas?–; un cuarto punto es la mujer, con un aspecto que la hace pertenecer al mismo grupo marginal del eje, irradiando una fuerza sólo superada por éste.
Dentro de las interpretaciones que he monologado en otro momento, una ha sido la analogía entre la condición de algunos poetas y el eje de la pintura. Lo anterior, claro, sólo en caso de que se pudiera externar el ser poeta (aunque ya lo advirtió J. Sabines, para estar tranquilo no hay más remedio que admitirse en algo así como un peatón).
Un ejemplo del vínculo con el poeta como personaje es el desconcierto de la mujer y el hombre ilustres que, si los consideráramos burgueses, Roque Dalton esperaría ser tratado por ellos como “payaso o enemigo”. El asombro provocado por su aspecto, su desnudez, los obliga a considerarlo un loco, inadaptado, extrañado. Así, acierta Sabines al decir que “el poeta está un poco más desnudo, tiene un poco menos piel que el resto de los hombres”. Por supuesto, en Soir Bleu dicha desnudez es visible a primera vista y, por ende, resulta terrible, capaz de congelar la sonrisa. Siendo su desnudez, parafraseando a A. Aura, otra máscara con la cual resaltar lo que es. Impidiéndonos saber “dónde empieza su realidad y en dónde acaban sus ficciones” (Baroja, 1990, citado por Flores Arroyuelo).
Reacción distinta es la de quienes lo acompañan, al parecer marineros, los cuales no se alarman tanto y quizá sólo guarden silencio ante alguien que es casi como ellos –qué es un marino en tierra, sino un hombre solo en un mar de hombres–; finalmente la mujer, esfinge, esperando con los ojos inundados de abismos, ¿para descansar? Ella, un elemento imprescindible en todo artista –como lo fue la esposa de Hopper para su vida y obra–.

Sin duda habrá quienes encuentren lo anterior demasiado forzado: tienen toda la razón; pero considero que una obra de arte, en este caso una pintura, permite las interpretaciones que el observador le dé. Imaginemos, pues, la pintura un rayo de luz que se dirige a nosotros, convertidos en difractores: cambiamos la forma y dirección de dicha luz. Pensemos lo anterior y, con una sonrisa debajo de algún farol –como espiral de humo desvaneciéndose junto con nosotros–, afirmemos con la cabeza. Mañana podremos cambiar de idea.







Night Windows. Óleo sobre lienzo, 73,7 x 86,4 cm. Nueva York, Collection The Museum of Modern Art.

II. No cuento con la capacidad suficiente para exponer la totalidad de la obra de Hopper, así que partiré de generalidades: su trabajo es clásico en la representación realista de ambientes y paisajes americanos, la relación entre naturaleza y civilización –no siempre armónica y limitada cada una por la otra, con fronteras movibles, en franco desacuerdo–, al igual que desnudos femeninos en habitaciones desoladas, sin mencionar su voyerismo. El realismo en la obra de Hopper da o está a un paso de lo fantástico.

Uno de sus intereses estuvo en captar la luz y las mutaciones que sufre tanto ella como los cuerpos donde se posa; él mismo lo expresa así: “Quizá no sea muy humano. Mi deseo era pintar la luz del sol en la pared de una casa” (citado por Rolf Günter Renner, 1991). En la página web del Tate: British and International Modern and Contemporary Art, en su sección dedicada a Hopper, se lee que éste “believed that the artist’s goal was to reveal the truth about the everyday and the interior life of ordinary people”. Por su parte, la página web del Whitney Museum of American Art dice que Hopper “created unforgettable images of everyday life imbued with an understated dramatic force. Through his extraordinary manipulation of space and light, Hopper’s works hover between the theatrical and the strangely familiar”. Con respecto a Soir Bleu, obra temprana de Hopper durante la temporada que pasó en París (1906-1916), Günter Renner considera necesario entenderla

[…] como una mirada retrospectiva sobre su época francesa e impresionista, y además, por su codificación psicológica, señala cuadros posteriores: a la postre aparece como una inconsciente anticipación de su último cuadro Two Comedians [2] de 1965, en que no sólo se representa a sí mismo y a su mujer Jo, sino que también dirige una mirada, a un tiempo irónica y melancólica, sobre la vida misma.

[2] Óleo sobre lienzo, 73,7 x 101,6 cm. Colección particular.

Tal cual obra de arte, Soir Bleu genera dudas en el espectador, llevándolo a las más diversas interpretaciones. Gail S. Myhre (17 de agosto de 2009), en la página web del Art Museum Journal, escribe:

The painting’s figures appear stiff, their arrangement artificial […] each a specific Parisian urban type, have a little to do with each other as with the viewer. A single female addresses the viewer directly and she is the farthest from us in space, her features masked and unreadable […] Though these people take their evening refreshment together, their isolation from one another is complete and absolute […] As with Mona Lisa’s smile, we find ourselves always wondering about what are they thinking.

Entre las diversas pinturas que no quiero pasar sin mencionar se encuentra Office in a Small City [3], donde Hopper pareciera mostrar el resultado del triunfo de la civilización sobre la naturaleza: al mirar el hombre por la ventana, el paisaje que encuentra son ventanas oscuras, edificios sin vida que devoran el horizonte. En palabras del autor: “My aim was to try to give the sense of an isolated and lonely office interior rather high in the air, with the office furniture which has a very definite meaning to me”. Para Günter Renner,

La mirada del hombre en esta pequeña oficina no sólo busca el horizonte del cielo o la fachada y el tejado de la casa de enfrente. Las formas en ángulo recto de su oficina, así como el rectángulo blanco y sin ventanas del costado de un edificio, parecen más bien cerrar un espacio inaccesible para él […] Sin duda alguna, este cuadro hace referencia a la alienación y abandono, y articula un deseo que no precisa ser plasmado directamente.







[3] 1953, óleo sobre lienzo, 71,7 x 101,6 cm. Nueva York, The Metropolitan Museum of Art.





En Rooms by the Sea [4] encontramos ese realismo que está tan cerca de lo fantástico. Al respecto escribe Günter:

El modo de pintar, cuidadoso con los detalles, lleva ahora a irrupciones fantásticas en la percepción. La frontera habitual entre imagen y realidad, constitutiva por lo general de los usos visuales de la pintura, se retira del cuadro mismo: el mar pintado como real puede contemplarse al mismo tiempo como un espacio de la fantasía. La conciencia perceptiva del observador experimenta una desorientación, en la medida en que toma en serio lo representado.

En la página web de la Yale University Art Gallery se menciona que dicha pintura

[…] is based on the view out the back door of studio. Titled in his record book ‘Rooms by the Sea. Alias The Jumping Off Place’, Hopper noted that the second title was perceived by some to have ‘malign overtones’ and he thus deleted it. While the view from the studio suggested the composition of Rooms by the Sea, the image is more evocative metaphor of silence and solitude than the transcription of an actual scene.

[4] 1951, óleo sobre lienzo, 73,7 x 101,6 cm. New Haven (Connecticut), Yale University Art.

Los cuadros de Hopper, sirviéndose de un camino distinto a los pintores abstractos, (re)presentan “rupturas que exigen al observador superarlos y leerlos una y otra vez”. Por lo cual, “mediante la distancia, crea una franqueza que la expone a diferentes lecturas”. Así, sus pinturas “ponen ya de relieve una reacción del observador; forman un ‘intertexto’ cuya significación llega en el acto de la percepción” (Günter Renner, Op. Cit.). Otro ejemplo de lo anterior es Automat [5].

[5] 1927, óleo sobre lienzo, 71,4 x 91,4 cm. Iowa, Des Moines Art Center.

Como dato curioso, Nighthawks [6] fue representada al principio del video de la canción Dancing in the rain de Robi Draco. Sobre el cuadro, dijo Hopper: “muestra lo que me imagino en una calle de noche; no es necesariamente algo en especial solitario. He simplificado mucho la escena y agrandado el restaurante. Quizá de un modo inconsciente he pintado la soledad de una gran ciudad” (citado por Günter Renner, Op. Cit.). Por su parte, Jessica Murphy, de The Metropolitan Museum of Art, la considera la pintura más icónica de Hopper, donde las personas “appear lost in their own weariness and private concerns, their disconnection perhaps echoing the wartime anxiety felt by the nation as a whole”. [1]

[6] 1942, óleo sobre lienzo, 76,2 x 144 cm. The Art Institute of Chicago.

Edward Hopper es sin duda un gran artista estadounidense del siglo XX, reconocido en su momento y en la posteridad; pintor moderno que dentro de su realismo fue mucho más abstracto que sus contemporáneos, eligiendo su propio camino y dejando que el observador contara las historias que quisiera imaginar. Un pintor que encontró lo maravilloso en la cotidianidad americana, lo poético del instante, convirtiéndose en universal.


[1] Referencias y para más y mejor información, consultar:
Günter Renner, Rolf (1991). Edward Hopper (1882-1976). Transformaciones de lo real. Alemania, Benedikt Taschen, 95 páginas.
Baroja, Pío (1990). La nave de los locos. México, REI, 345 páginas. Introducción de Francisco Flores Arroyuelo.
Murphy, Jessica. “Edward Hopper (1882-1967)”. www.metmuseum.org/toah/hd/hopp/hd_hopp.htm (June 2007).
www.tate.org.uk/modern/exhibitions/hopper
www.artgallery.yale.edu
www.nga.gov./exhibitions/hopperinfo.shtm
www.whitney.org/exhibitions/edwardhopper
artmuseumjournal.com/edward_hopper_soir_bleu.aspx

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